
La forma como se viene ejerciendo el (para algunos, como el autor, sagrado) ejercicio de la libertad de expresión, debe movernos a reflexión. Los evidentes rezagos del periodismo amarillo, que reinó en los últimos años del régimen fujimorista, se evidencian a diario en la (mal) llamada prensa chicha, de cada día.
(Digo mal llamada por que esa prensa no es otra cosa que periodismo amarillo -o rojo sangre- convertido en el más vil de los oficios, sin nada que ver con la llamada ‘cultura chicha’ más relacionada a los barrios marginales y a la economía informal.)
La forma como se ejerce esta que podría, y debía, ser la más noble profesión, parece preocupar no solamente a algunos sectores de la sociedad peruana; también a escritores como Camilo José Cela, Premio Nobel de Literatura 1989, quien hace poco hizo conocer su llamado ‘Dodecálogo para periodistas’.
Sin más preámbulos, lo transcribimos, con la ilusión que halle eco en mis colegas; más aún, con la esperanza que la pongan en práctica (ojalá no sea demasiado tarde):
1. Decir lo que acontece, no lo que quisiera que aconteciese o lo que se imagina que aconteció.
2. Decir siempre la verdad anteponiéndola a cualquier otra consideración recordando siempre que la mentira no es noticia y, aunque por tal fuere tomada, no es rentable.
3. Ser tan objetivo como un espejo plano; la manipulación y aun la mera visión espectacular y deliberadamente monstruosa de la imagen o la idea expresada con la palabra, cabe nomás que a la literatura y jamás al periodismo.
4. Callar antes que deformar; el periodismo no es ni el carnaval, ni la cámara de los horrores, ni el museo de figuras de cera.
5. Ser independiente en su criterio y no entrar en el juego político inmediato.
6. Aspirar al entendimiento intelectual y no al presentimiento visceral de los sucesos y las situaciones.
7. Funcionar acorde con su empresa --quiere decirse con la línea editorial-- ya que un medio ha de ser una unidad de conducta y de expresión y no una suma de parcialidades; en el supuesto de que la no coincidencia de criterios fuera insalvable, ha de buscar trabajo en otro lugar ya que ni la traición (a sí mismo, fingiendo; o a la empresa, mintiendo), ni la conspiración, ni la sublevación, ni el golpe de estado son armas admisibles.
En cualquier caso, recuérdese que para exponer toda la baraja de posibles puntos de vista, ya están las columnas y los artículos firmados. Y no quisiera seguir adelante, sin expresar mi dolor por el creciente olvido en el que, salvo excepciones de todos conocidas, y por todos celebradas, se están cayendo los artículos literarios y de pensamiento no político en el periodismo actual español y no español.
8. Resistir toda suerte de presiones: morales, sociales, religiosas, políticas, familiares, económicas, sindicales, etc. incluidas las de la apropia empresa. (Este mandamiento debe relacionarse y complementarse con el anterior).
9. Recordar en todo momento que el periodista no es el eje de nada sino el eco de todo.
10. Huye de la voz propia y escribe siempre con la máxima sencillez y corrección posible, y un total respeto al idioma. Si es ridículo escuchar a un poeta en trance, qué podríamos decir de un periodista inventándose el léxico y sembrando la pagina de coces entrecomilladas o en cursiva.
11. Conservar el más firme y honesto orgullo profesional a todo trance, y manteniendo siempre los debidos respetos, no inclinarse ante nadie.
12. No ensayar la delación ni dar pábulo a la murmuración; ni ejercitar jamás la adulación: Al delator se le paga con el desprecio, y con la calderilla del fondo de reptiles; al murmurador, se le acaba cayendo la lengua, y al adulador, se le premia con una cicatera y despectiva palmadita en la espalda.
¿Aprenderemos esta lección?
(Digo mal llamada por que esa prensa no es otra cosa que periodismo amarillo -o rojo sangre- convertido en el más vil de los oficios, sin nada que ver con la llamada ‘cultura chicha’ más relacionada a los barrios marginales y a la economía informal.)
La forma como se ejerce esta que podría, y debía, ser la más noble profesión, parece preocupar no solamente a algunos sectores de la sociedad peruana; también a escritores como Camilo José Cela, Premio Nobel de Literatura 1989, quien hace poco hizo conocer su llamado ‘Dodecálogo para periodistas’.
Sin más preámbulos, lo transcribimos, con la ilusión que halle eco en mis colegas; más aún, con la esperanza que la pongan en práctica (ojalá no sea demasiado tarde):
1. Decir lo que acontece, no lo que quisiera que aconteciese o lo que se imagina que aconteció.
2. Decir siempre la verdad anteponiéndola a cualquier otra consideración recordando siempre que la mentira no es noticia y, aunque por tal fuere tomada, no es rentable.
3. Ser tan objetivo como un espejo plano; la manipulación y aun la mera visión espectacular y deliberadamente monstruosa de la imagen o la idea expresada con la palabra, cabe nomás que a la literatura y jamás al periodismo.
4. Callar antes que deformar; el periodismo no es ni el carnaval, ni la cámara de los horrores, ni el museo de figuras de cera.
5. Ser independiente en su criterio y no entrar en el juego político inmediato.
6. Aspirar al entendimiento intelectual y no al presentimiento visceral de los sucesos y las situaciones.
7. Funcionar acorde con su empresa --quiere decirse con la línea editorial-- ya que un medio ha de ser una unidad de conducta y de expresión y no una suma de parcialidades; en el supuesto de que la no coincidencia de criterios fuera insalvable, ha de buscar trabajo en otro lugar ya que ni la traición (a sí mismo, fingiendo; o a la empresa, mintiendo), ni la conspiración, ni la sublevación, ni el golpe de estado son armas admisibles.
En cualquier caso, recuérdese que para exponer toda la baraja de posibles puntos de vista, ya están las columnas y los artículos firmados. Y no quisiera seguir adelante, sin expresar mi dolor por el creciente olvido en el que, salvo excepciones de todos conocidas, y por todos celebradas, se están cayendo los artículos literarios y de pensamiento no político en el periodismo actual español y no español.
8. Resistir toda suerte de presiones: morales, sociales, religiosas, políticas, familiares, económicas, sindicales, etc. incluidas las de la apropia empresa. (Este mandamiento debe relacionarse y complementarse con el anterior).
9. Recordar en todo momento que el periodista no es el eje de nada sino el eco de todo.
10. Huye de la voz propia y escribe siempre con la máxima sencillez y corrección posible, y un total respeto al idioma. Si es ridículo escuchar a un poeta en trance, qué podríamos decir de un periodista inventándose el léxico y sembrando la pagina de coces entrecomilladas o en cursiva.
11. Conservar el más firme y honesto orgullo profesional a todo trance, y manteniendo siempre los debidos respetos, no inclinarse ante nadie.
12. No ensayar la delación ni dar pábulo a la murmuración; ni ejercitar jamás la adulación: Al delator se le paga con el desprecio, y con la calderilla del fondo de reptiles; al murmurador, se le acaba cayendo la lengua, y al adulador, se le premia con una cicatera y despectiva palmadita en la espalda.
¿Aprenderemos esta lección?
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